En las últimas décadas nos encontramos con el diagnóstico de nuevos trastornos psicológicos, síndromes y enfermedades en general que afectan tanto a la infancia como a la etapa adulta.
Un ejemplo lo tenemos en el TDAH (Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad) que está cada vez más presente en nuestra sociedad. Cada vez nos encontramos con más personas que nos cuentan que sus hijos, o algún familiar o alguien a quien conoce le han diagnosticado este trastorno.
Los rasgos principales del TDAH son, por una parte, la dificultad para sostener la concentración (déficit de atención), sobre todo en circunstancias que ofrecen baja estimulación y, por otra, la falta de inhibición o control cognitivo sobre los impulsos, frecuentemente asociadas con inquietud motora (hiperactividad-impulsividad).
Curiosamente, si nos vamos al manual diagnóstico de los trastornos mentales ( DSM-IV) los síntomas de desatención y/o hiperactividad se producen en relación con tareas escolares, en situaciones que exigen una atención o esfuerzo mental sostenido o que carecen de atractivo o novedad ( …escuchar al maestro en clase, hacer los deberes, trabajar en tareas monótonas o repetitivas, etc.). Sin embargo estos síntomas desaparecen cuando el niño puede hacer lo que quiere, cuando está jugando o realiza aquello que le interesa.
Estoy totalmente de acuerdo con Sami Timimi, psiquiatra infantil, quien hace años ya habló del TDAH como “un constructo social”, esto significa que se clasifica como trastorno debido a las convenciones sociales en cuanto a lo que se considera comportamiento normal y anormal en determinadas circunstancias y/o situaciones. Así, aquellos niños que puntúan alto en desatención/hiperactividad y que por tanto no se adaptan al funcionamiento del colegio o costumbres familiares, son calificados de "problemáticos" y se les da una etiqueta médica.
Como se supone que esas conductas no son las adecuadas para niños que están en la escuela, son consideradas negativas. Sin embargo hay que ir más allá, y en vez de pensar en que el niño debe adaptarse a la escuela, tenemos que dirigirnos a que la escuela se adapte al niño. Y esto significa cambiar las bases y principios en los que se fundamentan las escuelas, tal y como las conocemos.
Porque el TDAH y otros tantos trastornos que están apareciendo, hace unas décadas que no existían. Y a los niños que hoy son diagnosticados con TDAH, se les consideraba en su tiempo traviesos o que no valían para estudiar, pero ¿Qué hay de malo en que no quieran estudiar? ¿Nuestro objetivo como educadores no es que los niños sean felices? Como he comentado hay que cambiar radicalmente las bases de la educación , tanto en la familia como en la escuela, hay que dejar vivir al niño de forma natural, esto es, siguiendo su propio ritmo, dándole la libertad para elegir lo que quiere hacer. La escuela debe adaptarse al niño, y no al revés. Añadir que el TDAH ha recibido desde su aparición muchas críticas y siempre ha estado envuelto en múltiples controversias con respecto a sus causas, ya que no se conocen y además no existen pruebas objetivas para su diagnóstico.
La sociedad médica no es consciente del daño que está haciendo a los niños, colocándoles etiquetas que los marcaran para toda la vida, sometiéndolos a tratamientos farmacológicos que reprimirán su imaginación, sus deseos e intereses, su creatividad…
Afortunadamente este trastorno sólo lleva haciendo daño unas décadas, porque de haberse diagnosticado antes y de las consecuencias que supondría eso, nos habrían dejado seguramente sin las maravillosas obras de algunos de estos genios, pues todos ellos serían diagnosticados en la actualidad con TDAH: ( éstos son sólo algunos)
Eisenhower, Beethoven, Stevie Wonder, Mariette Hartley, Presidente Lincoln, "Magic" Johnson, Benjamin Franklin, William Butler Yeats, President Kennedy, George Burns, Milton Hershey, Galileo,Prince Charles, General Patton, Mozart, Greg Louganis, Henry Winkler, Socrates.
Eleanor Roosevelt, Albert Einstein, Harry Andersen, Jim Carey, Sir Winston Churchill, Jason Kidd...