martes, 9 de agosto de 2011

Confianza en uno mismo

Soy una de esas personas que piensan que todos los seres humanos son capaces de todo aquello que se propongan, pero también sé que es difícil para la mayoría creerse capaces, cuando desde su infancia han recibido mensajes o han observado modelos que les transmitían frases como: “ no estás preparado” “ lo que haces es perder el tiempo” “ no lo vas a conseguir” “ no eres capaz” “ eso no es para ti” “ son pocos los que triunfan” “ no lo haces mal, pero...” y otras tantas palabras que día a día merman y van destruyendo nuestra confianza en nosotros mismos.

Considero que padres y educadores debemos generar confianza en nuestros educandos, y sé que a veces es complicado transmitirles confianza cuando no confiamos en nosotros mismos. Pero también sé que nuestra  falta de confianza unida a la necesidad de transmitirla, puede llegar a convertirse en la fuerza que nos lleve a dejar anclado en el pasado nuestros miedos e inseguridades y mirar al futuro con valentía y optimismo. No podemos decir a un niño “eso es muy difícil para tí, más vale que no lo intentes” sino “ es difícil pero inténtalo, puedes conseguirlo, yo te apoyaré”. No se trata de dar falsas esperanzas sino de no quitarlas, se trata de dejar que por ellos mismos descubran sus capacidades y sus limitaciones y a la vez que sepan que cuentan con nuestro apoyo.


De nosotros depende construir personas felices, seguras de si mismas, que se aman y respetan, capaces de cumplir sus sueños.

Al hilo de esto me viene al recuerdo un cuento que me encanta...¡que lo disfrutéis!

“ Los niños estaban solos” ( Jorge Bucay)

Su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de unos pocos pesos. Desde que el padre había muerto, los tiempo eran demasiado duros como para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermara o se ausentara de la cuidad.
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado. Después de todo, los niños estaban durmiento como cada tarde, y no se despertarían hasta la cinco.
Apenas escuchó la bocina cogió el bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la lave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a la madre que el niño no la había encontrado?
Quizás fue un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa del hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los dormitorios.
La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermano de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocoo minutos. Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie le contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que habia en el cuarto (él sabía como marcar el número de su mamá) pero no había línea.
Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aún debia soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo:
¿Cómo pudo ese niño pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?
¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?
¿cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol?
¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio la respuesta:
-Panchito estaba solo ... No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.

lunes, 8 de agosto de 2011

El duelo en la infancia

" La vida es un arcoiris que incluye el negro" ( Yevgeny yevtushenko, poeta)
" Quien enseña al hombre a morir le enseña a vivir" ( Michel de Montaigne, filósofo)


 Afortunadamente, desde hace algunos años se está mostrando interés desde el campo educativo ( familia-escuela) en conocer el proceso de duelo en la infancia. Está demostrado que los niños son capaces de entender y asimilar la muerte y que deben pasar por un proceso de duelo, al igual que el resto de sus familiares.

La muerte de un ser querido para el niño puede llegar a ser un suceso traumático si no atendemos a sus necesidades, y esto significa básicamente que debemos hacerles partícipes, de alguna forma, del duelo familiar, informarles de lo que ha ocurrido y dejarles expresar libremente sus emociones.

A la hora de informar a los niños sobre el fallecimiento de un ser querido tenemos que tener en cuenta los siguientes puntos:( Markhan, 1997)

  • Nunca debemos ocultar la muerte para evitar sufrimientos, puesto que esto puede causar a la larga mayor sufrimiento.
  • No usar mentiras
  • Explicarles lo que significa la muerte con delicadeza y de forma que lo entiendan. La forma en que el menor va a comprender la muerte dependerá en parte a su edad.
  • Si no se sabe como explicar algo, confesarlo.
  • No usar eufemismos ( por ejemplo “está en el cielo” ya que el niño puede querer seguir al ser querido)
  • No dar falsas esperanzas de regreso del fallecido
  • No relacionar la muerte con el sueño ( “...está durmiendo”) ya que puede provocar problemas al dormir
  • Expresar las emociones ( tristeza, pena, etc.) delante del menor y dejar que él exprese las suyas.
  • Dejarle hablar y preguntar sobre ello todo lo que necesite.


Con respecto al entorno del menor es recomendable ( Fernández Millán, 2002):
  • No obligar al niño a que acuda al velatorio o entierro, ni tampoco prohibírselo, hay que dejar que elija. Aunque es recomendable que se realice con él algún tipo de ceremonia como visitar la tumba, poner flores o encender velas.
  • Informar a la escuela de lo que ha sucedido para que los profesores actúen en consecuencia
  • Dejar algunas fotografías del fallecido para que el niño no sienta una separación total y pueda recordar a su familiar. Sin embargo debe evitarse dejar las pertenencias del fallecido como si estuviese a punto de regresar.
Además hay que tener presente algunas reacciones normales de los niños que se pueden dar semanas posteriores a la muerte del familiar: como un aumento de la dependencia con sus progenitores o por el contrario mostrar cierto rechazo o despegue; mostrar tristeza, rabia, ira, preocupación, problemas de sueño, etc. Estas reacciones dejan de ser normales si después de semanas, perduran y/o se intensifican ( como un insomnio prolongado,pérdida de apetito, etc.) Ante cualquier señal de este tipo lo mejor es acudir a un profesional. Lo importante es que sus padres/tutores vivan y transmitan a los menores el duelo como un proceso natural y necesario y también que les dejen expresar libremente sus emociones, de esta forma los niños asimilarán perfectamente lo que ha ocurrido.

Por último os dejo un interesante enlace de una web especializada dirigida a madres/padres y profesores, donde podréis encontrar recursos relacionados con este tema.

Página web para padres y profesores


" Tras la pérdida de un ser querido, nos sentimos solos navegando en un mar de tristeza. Pero es justo en estos momentos cuando podemos comprender que la muerte es parte de la vida" ( Carmen Vázquez)